Alfredo Quezada Hernández.
EL HIJO DE ATANASIO ANDA DESESPERADO.
Sobra mencionar las intentonas que han hecho los escribientes del solterón para que sea tomado en cuenta por la presidenta electa, Claudia Sheinbaum.
Quizá lo que no han querido entender es que el hijo de Atanasio nunca fue bien visto entre los cercanos al macuspano, de inverbe no lo bajaron y de inútil lo tildaron.
Era un secreto a voces el rechazo que le expresaban varios secretarios de despacho, lo atendían por protocolo, dentro de la institucionalidad, pero hasta allí. Difícilmente entablaban un diálogo provechoso o analítico, no había manera.
Ahora que ya concluye el mandato de ambos, los que llegan seguramente lo terminarán de ignorar, nada querrán saber de él mucho menos tenerlo dentro del organigrama de la dependencia que estarán comandando.
Todos ellos están ciertos del pésimo trabajo que ha hecho en la entidad veracruzana, conocen, y de sobra, el mal gobierno que ha encabezado, seis años donde todos hicieron lo que quisieron, sesenta meses fueron suficientes para que varios de sus incondicionales dejaran de ser pobres para pasar a ser los nuevos millonarios en la entidad.
Los mismos que llegaron con un mano atrás y otra adelante, esos que viajaban en destartaladas unidades y mírelos ahora, en sus residencias descansan lujosos autos y camionetas listas para lo que se ofrezca. En pocos meses se olvidaron de aquellos aciagos días comiendo retazos de jamón, embadurnados en un frío bolillo ablandado con chiles en vinagre.
Ahora ya sin la protección oficial, ni con ese cariño que le profesaba el López de palacio nacional, el hijo de Atanasio se siente perdido, nervioso y con temor.
Sabe lo que deja, no desconoce la situación en que deja la entidad veracruzana y no tan solo en lo administrativo sino también en lo social ya que sobra decir que se peleó con todos. Como fiel copia que es del macuspano, se enfrentó con los sectores, con los ambientalistas, con los medios de comunicación, con la iniciativa privada y, por si fuera poco, también fue denunciado por violencia de género.
Ahora al sentirse, y estar, solo, le invade el nerviosismo, le carcome la ansiedad. Sus cercanos, impropios como son, señalan que hasta problemas hormonales le ha acarreado esa situación. Vaya usted a saber.
Lo cierto, es que se le acabó el recreo al hijo de Atanasio, ahora sí, a enfrentar la realidad, su realidad.
¿Y sus cuates?
Bien dice la sabiduría popular, “cuando hay peda todos se quedan, cuando hay pedo, todos se van”.
Provecho.