Informe Rojo
Cayó el favorito del alcalde
Por Mussio Cárdenas Arellano
Al reloj de Arturo Delgadillo se le acabó la cuerda. Se va sacudido por el escándalo en Obras Públicas, la extorsión a constructores, el nepotismo y por entregar a particulares expedientes de obras ejecutadas por el clan de Rocío Nahle.
No lo salvó ni la amistad —y complicidad— de Amado Cruz Malpica, compadre de correrías políticas, de campañas perredistas en las que uno ponía la cara y el otro le operaba el billete y ya en el poder hacían las cuentas y se cobraban con creces todo lo que le habían invertido a la Revolución.
Dejó la Dirección General de Obras Públicas del ayuntamiento de Coatzacoalcos convertida en un fango maloliente donde las bandas y las cofradías de funcionarios maleantes han hecho y siguen haciendo fortuna esquilmando al erario y también al pueblo.
Llegó el 31 de julio y ese día, cumplidos los 19 meses en el poder, se largó.
Arturo Delgadillo Medina incurrió en pecados y gozó de impunidad. Los pecados fueron suyos y del alcalde Amado Cruz Malpica, y de la secretaria de Energía y madre de toda la banda, Rocío Nahle, y de los grupos de mecenas de campaña que aportaron para ganar la alcaldía y se han venido cobrando con obras. Los pecados, a fin de cuentas, son de todos.
Delgadillo llegó manchado y manchado se fue. Procedía de la mafia de Francisco Valencia, alias Paco Valencia, alias Paco Grasa, un financiero del Partido de la Revolución Democrática con derecho de picaporte, años después, en la oficina de Javier Duarte cuando era gobernador de Veracruz.
A Valencia, Duarte lo puso donde había, la Secretaría de Comunicaciones, hoy de Infraestructura y Obras Públicas, y luego en la Comisión de Aguas del Estado de Veracruz (CAEV). A Delgadillo, en puntos clave como los trabajos del túnel sumergido de Coatzacoalcos, que fue literalmente un botín.
O sea que se fogueó en el perredismo, se incrustó en el priismo y terminó gozándola en la banda cuatrera de Morena, acogido por su compadre Amado Cruz Malpica.
De los dos no se hace uno. En año y medio —19 meses exactos—, no hubo una sola obra relevante en Coatzacoalcos, pero sí un tsunami de corrupción.
Le estalló el escándalo de la extorsión a constructores que habiendo ganado en buena ley las licitaciones de obra, eran obligados a cederlas, presionados por el entonces director de Obras, subalterno de Delgadillo, el tal Onésimo Mendoza Flores.
La mecánica era la de un cobrador de piso, un sicario vil. Los citaba en un punto. Abordaban su auto. Ahí los conminaba a ceder la obra, darle acceso al token bancario y cobrar sin dar golpe alguno, sin invertir, sin adquirir cemento y varilla, sin comprar grava y arena, ni pagar obreros, supervisor, ingenieros, administrativos. La obra sería ejecutada por empresas de Onésimo Mendoza. El titular del contrato cobraría el anticipo, las estimaciones y el finiquito, pero se quedaría con un porcentaje. El resto era para el alfil de Delgadillo.
No es un guion de cine. Es el contenido de la denuncia que interpuso la Sociedad Mexicana de Industriales y Transformadores de la Construcción, presidida por Gabriel Ángel Rivera Cerdán, ante la Contraloría Municipal, el 25 de octubre de 2022.
El operador de Onésimo Mendoza era su hijo, Víctor Manuel Mendoza Villegas, a quien incrustó en la nómina de Obras Públicas primero como analista y luego como supervisor en la Subdirección de Construcción. Fue un caso de nepotismo, consentido por Arturo Delgadillo.
A Arturo Delgadillo le imputaron haber contratado a una empresa especializada para el análisis del expediente de entrega recepción, y haberle quedado a deber un millón de pesos. El entonces director general de Obras Públicas nunca suscribió el contrato, pero instruyó a que se abriera la documentación oficial a particulares.
A lo largo de varias semanas, personal de la empresa propiedad de Miguel Ángel Trujillo Rosaldo, recibió de manos de Onésimo Mendoza 111 expedientes de obras realizadas por la administración del ex alcalde Víctor Manuel Carranza Rosaldo, a las que se les detectaron irregularidades en cumplimiento, detalles técnicos, documentación faltante, pagos por trabajos no realizados.
Tres de las obras, la creación de terrazas en la playa de Coatzacoalcos, fueron un fiasco. El temporal de febrero pasado acabó con la inversión, 24 millones de pesos.
Sobre Delgadillo Medina había fuego amigo y enemigo. Un sobrino del alcalde de Coatzacoalcos, Gilberto Gabino García Cárdenas, le arrancó la careta. Declaró haber recibido la instrucción de conseguir 250 mil pesos para apoyar a operadores de Morena en colonias de Coatzacoalcos que requerían atención médica. A cambio, Obras Públicas otorgaría contratos a constructores. Hubo dinero, pero no hubo obra.
La denuncia detonó el 13 de abril pasado cuando el área de Quejas, Denuncias e Investigaciones de la Contraloría Municipal emitió un dictamen contradictorio. Le imputó falta grave a Onésimo Mendoza por el nepotismo y falta no grave por entregar expedientes de obra a particulares.
Nada dijo la Contraloría Municipal en torno a Arturo Delgadillo, quien había acordado con Trujillo Rosaldo la revisión del expediente de entrega recepción, el pago del servicio por un millón de pesos y la orden a Onésimo Mendoza para que facilitara la documentación, sin contrato escrito, sólo verbal.
Contraloría Municipal, a cargo de Mario Pintos Guillén, no le halló responsabilidad a Arturo Delgadillo en la imputación que le hiciera Gabino García Cárdenas, sobrino de Amado Cruz Malpica, de la petición de 250 mil pesos. Gabino entregó su declaración por escrito y posteriormente la ratificó. Se trataba de un evidente caso de corrupción. Pero quedó impune.
Mario Pintos no es una pieza irrelevante. Es contralor hoy pero antes, en el gobierno de Víctor Carranza, fue tesorero municipal, el señor de los dineros. Es parte del engranaje de Rocío Nahle García y de su esposo, José Luis Peña Peña.
La historia de corrupción y encubrimiento fue seguida a detalle, desde octubre de 2022, en el portal Distrito Rojo. Se revelaron las marrullerías de Delgadillo, las trapacerías de Onésimo Mendoza, el cambio de documentos laborales de Víctor Mendoza Villegas y el fallo retorcido de la Contraloría Municipal (http://bitly.ws/Q5ir).
Arturo Delgadillo quiso reventar, siempre, a Carranza, a los Pintos y, por añadidura, a Pepe Peña y Rocío Nahle. Como sabueso, desde que asumió el cargo, seguía cada rastro, cada pista, cuanto pudiera revelar privilegios, contratos irregulares, obras pagadas sin sustento legal.
No se sabe si lo hacía por iniciativa propia o por orden del alcalde Amado Cruz Malpica. Y eso prendió focos rojos en el Clan Nahle.
Amado cerró los ojos ante las tropelías de Onésimo, el nepotismo, el dinero a cambio de otorgar obras. Amado se hallaba —y se halla— cómodo con una obra municipal mediocre, sin beneficio social, remendando y parchando calles con problemas que datan de otras administraciones. Más de 300 millones de pesos anuales de presupuesto y no hay una sola obra relevante en Coatzacoalcos.
Amado Cruz Malpica toleró todo hasta que trascendió que los expedientes del Clan Nahle fueron puestos en manos de particulares, sin contrato que obligara a mantener confidencialidad. Y el favorito del alcalde cayó.
Cuando la ambición y la uña se acoplan, se pierde la razón.
Archivo muerto
Un año y un mes de retraso en la refinería Olmeca. Trece meses y contando. Trece meses y a Rocío Nahle se le agota el repertorio. Ya no sabe qué decir. Trece meses después del montaje teatral, simulacro de inauguración, y la refinería ubicada en Dos Bocas no produce gasolina; produce lástima; produce risa; produce escarnio. Un año y un mes, cumplidos este 1 de agosto, después del show en que la secretaria de Energía llevó al Peje López Obrador a simular que se había consumado el sueño, cortando el listón en una obra inacabada, dibujando sonrisas en los rostros de los farsantes, destilando alegría. Y al día siguiente, a chutarle con todo porque la mentada refinería aún no se terminaba de construir. Teatrera, la zacatecana Rocío Nahle ya no sabe de qué echar mano, qué nuevo cuento citar para atenuar el fracaso de Dos Bocas. Sus posts en Instagram, son de matar de risa. Vistas aéreas, captadas con drones; cifras alegres; triunfalismo en voz de una figura pública que se distingue por su incapacidad, la pongan donde la quieran poner, en lo político y en lo institucional. La cuenta sigue. Van 13 meses desde que se realizó el corte de listón de la refinería enclavada en Dos Bocas, el 1 de julio de 2022, y no se ha procesado ni un litro de gasolina. Sólo se procesan las mentiras, los alardes, las promesas huecas de la secretaria Nahle. Y, por supuesto, a ese ritmo, ni en diciembre la terminará… Hay fraude en la remediación del basurero de Villa Allende. Doce millones de pesos invertidos y el saldo es alarmante: tres lagunas contaminadas, mantos freáticos afectados por la filtración de lixiviados y miles de niños y adultos con daños a la salud. Cae la lluvia, arrecia el vendaval y los desechos se esparcen en las calles, llegando a los predios contiguos, a los patios de las casas de la colonia Allende Unzaga. Lo revela la asociación civil Allende 213, que viene advirtiendo lo urgente que es reubicar el tiradero de basura y, por encima de todo, que se deslinden responsabilidades en torno al fraude de la remediación. Se apoya en un estudio encargado a una consultora certificada nacional e internacionalmente, cuyos resultados revelan el daño a la salud de los vecinos del lugar. Hay casos de tuberculosis, enfermedades respiratorias y niños con diarrea. Tácitamente, una tragedia ambiental. Es la punta del iceberg. Es, literalmente, un atraco urdido desde el seno de la Dirección General de Obras Públicas Municipales de Coatzacoalcos. El contrato asignado a Gerardo Alberto Ibarra Pong, con un monto inicial de 7 millones de pesos aunque Allende 213 estima que la inversión alcanza los 12 millones. Están implicados los principales cuadros ejecutivos de Obras Públicas, pasando por el recién renunciado Arturo Delgadillo Medina, ex director general; Gilberto Velázquez, director de Desarrollo Urbano; Eliezer Sánchez García, hoy director de Obras, y Onésimo Mendoza Flores, ex director de Obras. La remediación fue una pantalla. De acuerdo con la asociación Allende 213, no se colocaron membranas en el subsuelo para evitar que se contaminaran los mantos freáticos y la basura no fue retirada sino que se le sepultó, sin imaginar que el efecto de la lluvia y los vientos la iba a poner a flote, diseminada en los predios contiguos al basurero de Villa Allende. Doce millones de pesos por una remediación que no se realizó. Primera tarea para la nueva titular de Obras Públicas, Patricia Islas Sister, a menos que Amado Cruz Malpica la haya contratado para tapar el cochinero de Delgadillo con tufo a corrupción… Sentencia de Rocío Nahle contra Samuel Ordaz: en los próximos dos años y medio, nada, ni un espacio, ni un privilegio para él en Coatzacoalcos. Y si se convierte en gobernadora de Veracruz, el veto será de seis años más. Tirria grande, pues, la de la zacatecana contra el depuesto virreycito que desde la secretaría del ayuntamiento de Coatzacoalcos se imaginó intocable. A Samuel Ordaz lo alcanzó la salación de Gutierritos. Por facilitar permisos de eventos del diputado federal Sergio Gutiérrez Luna, contrincante de Rocío Nahle en la batalla por la candidatura de Morena al gobierno de Veracruz, la secretaria de Energía consultó a sus tripas, checó la hiel, vació el hígado y determinó que Samuel Ordaz se tenía que ir. Así fuera gran amigo del alcalde Amado Cruz Malpica, se tenía que ir. Nada más para dejar claro que Amado es un florero. Ni pinta ni cuenta. La que manda es Rocío Nahle. De ahí el desastre de ayuntamiento, las raterías con descaro, los negocios con cargo al erario y hasta los excesos de doña Esther Mortera, la esposa con ínfulas de fifí del alcalde, cuyas excentricidades le cuestan al erario de Coatzacoalcos. Por lo pronto, a como le pinta 2024, Samuel se va a aventar ocho años en la congeladora… Murió el “caballero de la política”. Un señorón, don Manlio Fabio Cazarín Navarrete, abogado de prestigio incuestionable, notario serio y apegado a la ley, priista de los que jamás dieron de qué hablar, pero, sobre todo, un hombre que enalteció el valor de la amistad. Nunca se le escuchó un agravio contra nadie, ni maledicencias, ni muestras de rencor. Gente de bien, aspiró a ser alcalde de Coatzacoalcos en 1979, siendo entonces agente del Ministerio Público del Fuero Común. Luego emigró a Xalapa. Fue director jurídico del PRI estatal en tiempos del enorme y bien recordado Angel Leodegario “Yayo” Gutiérrez Castellanos. Y tiempo después volvió a Coatzacoalcos, ya como notario número 14. A su esposa e hijos, nuestra profunda solidaridad y el deseo de una pronta resignación. Queda en quienes lo conocimos el honor de haber gozado de la amistad del “caballero de la política”…
Foto: Costa Veracruz