CLAROSCUROS

¿Otro Colosio? Sí, es histórica, trágica y potencialmente posible…

José Luis Ortega Vidal


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El huevo de la serpiente que asesinó a Luis Donaldo Colosio Murrieta el 23 de marzo de 1994 no fue puesto aquel año ni aquella década.

Por lo menos desde 1929, cuando nació el PRI -aunque bajo las siglas de su abuelo partidista, el PNR- los generales herederos del poder político surgido desde la Revolución de 1910, dieron a luz al monstruo que terminaría devorando a su régimen y sistema políticos: la ausencia democrática.

Resultaría muy ingenuo ubicar el origen de las balas mortales contra Luis Donaldo, sólo en la antidemocracia vigente en México desde 1929 hasta el año 2000, cuando Vicente Fox asumió la presidencia, respaldado por el PAN.

Aquel crimen de estado, empero, sí tuvo en el sistema de control político cupular, económicamente oligárquico, represor, corrupto y temeroso de perder los privilegios de la clase política prohijada en su seno durante más de medio siglo, a los autores intelectuales de aquel hecho que aun lloramos.

¿Otro Colosio de cara al relevo presidencial del 2024?

Nadie lo desea; sería atroz; marcaría un trauma en las nuevas generaciones de mexicanos nacidos en el contexto de una democracia imberbe -aunque democracia al fin-…pero sí, tal hecho es posible.

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¿En qué fundamentar esa posibilidad?

Observo las siguientes cabezas de tal hidra:

– Crimen y elecciones. La conversión del crimen organizado en actor político electoral directo y cada vez más fuerte en la definición de candidaturas y campañas…

– Violencia estructural. La violencia transformada en un elemento que ha rebasado la resiliencia social para convertir a los mexicanos en testigos indiferentes de la sangre incesante en la mayor parte de las entidades federativas -y en municipios y regiones-, donde hay elementos de Estado fallido, de Estado paralelo…

Al grado de haberse consolidado la figura de los neo caciques -denominados jefes de plaza- como figuras más fuertes frente a ediles, legisladores y gobernadores, en la toma de decisiones sobre el devenir de la estructura social correspondiente.

– Partidos políticos debilitados. Las listas de candidatos a cargos de elección popular en el 2024 no se definirán sólo en las oficinas de los partidos políticos convertidos en meros testigos de trámite: deberán pasar antes y después por el domicilio de los señores del narco.

– Historia y polarización. Ni la violencia expuesta en los argumentos previos ni la polarización de los mexicanos son temas nuevos. Ambas características del México actual provienen de procesos históricos observables en fechas distintas: 1929 con el nacimiento del maximato; 1968 con la matanza de Tlatelolco; 1977 con la reforma política de Jesús Reyes Heroles; décadas de los 70s y 80s con la aparición del cártel de Guadalajara; 1982 con la nacionalización de la banca; 1985 con el terremoto en la ciudad de México; 1988 con la caída del sistema electoral; 1994 con la aparición del EZLN y el asesinato de Colosio; 1997 con la reforma electoral; 2000 con el arribo de Fox al poder; 2006 con la salida del ejército a las calles; 2013 con el Pacto por México y las reformas estructurales para continuar con la privatización de todo, incluido PEMEX; 2018 con el arribo de la 4T al poder y la continuidad de la polarización.

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Derivado de este proceso deberíamos estar afianzados en el avance democrático, pero estamos afianzados en la polarización.

La 4T encabezada por el presidente López Obrador mantiene logros notables en la estabilidad y avance macroeconómico; en atención justa a sectores desfavorecidos de la población vía programas sociales; en la consolidación paulatina de México como un atractivo para inversiones desde el ámbito geoeconómico.

Frente a estos logros, hay fallas graves en materia de seguridad pública, salud, educación y -oh contradicción- la democracia.

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La polarización heredada se ha incrementado con un discurso polarizador a manos de AMLO desde la mañanera.

Sí, es cierto, una parte del discurso presidencial resulta entendible frente a las resistencias de grupos de poder nacionales y extranjeros, frente a decisiones históricas de la 4T a favor de los olvidados por el viejo régimen.

Esta cara de la moneda permite entender parte del discurso de AMLO, aunque no lo justifica.

Añadamos la violación a ley al adelantar los tiempos electorales vía las corcholatas -con la complicidad opositora y su ilegal juego del Frente Amplo por México- y tenemos un huevo de la serpiente puesto décadas atrás, pero fortalecido por el calor de los radicalismos de la antidemocracia los días que corren.

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El presidente está empeñado en ganar o ganar en el 2024, lo cual implica entregar la silla presidencial a su corcholata favorita y garantizar la mayoría absoluta en el Congreso para obtener las reformas constitucionales necesarias.

Tal lucha es entendible y respetable…dentro del marco de la ley.

Mediocre, la oposición es alimentada por dinero de la ultraderecha, canalizado hacia medios de comunicación, columnistas y generadores de opinión afines a su visión de un país con más generación de riqueza sin priorizar el combate a la pobreza y el impulso a la justicia social de la mayor parte de la sociedad.

Los tirios a radicalizarse en lucha por mantener el poder y los troyanos a radicalizarse en la búsqueda por retornar al poder.

Resultado: el caldo de cultivo de otro Colosio, cuya víctima puede ser cualquiera de los aspirantes presidenciales de primer orden; no necesariamente Xóchitl Gálvez, aunque ella esté incluida.

Un grupo de periodistas han abordado este tema durante los últimos días, más cargados hacia una línea editorial de conveniencias que a la objetividad, y el presidente respondió ayer con su acostumbrado estilo de atacar y victimizarse antes de asumir el papel sobrio del jefe de Estado que es.

No es, el de AMLO, un gobierno de asesinos.

Queda descontada su responsabilidad intelectual ante un escenario de esa naturaleza.

Nadie lo ha planteado porque tal situación no es posible.

El análisis no busca culpar a nadie a priori ni mucho menos acusar al presidente de nada, mucho menos de una potencial tragedia nacional.

Los artículos que he leído y el análisis que expongo se refieren a condiciones sociopolíticas, factores históricos y elementos estructurales desde donde se abona un terreno fértil a favor de los grupos y personajes perversos siempre dispuestos para volver a actuar.

Como sociedad, requerimos inteligencia, información específica y de fondo sobre el acontecer político; promover la madurez ciudadana y la firmeza en la lucha por avanzar en nuestra democracia.

Acaso hablo de una utopía…

De otro modo sólo seríamos testigos mudos y acaso cómplices inconscientes de ocurrir lo que nadie en su sano juicio y desde su responsabilidad como mexicano, desea que suceda.

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