José Miguel Cobián
La economía es una ciencia social que trata de optimizar la asignación de recursos para beneficio de la sociedad. En la economía hay un dilema eterno que define claramente esa problemática: Invertir los siempre escasos recursos en actividades productivas o en actividades no productivas. Por ejemplo, simplificando al extremo, un estado debe decidir si los recursos de los contribuyentes se utilizarán para hacer tanques, o para construir carreteras y canales de riego que hagan más eficiente la producción y distribución de alimentos.
Si el estado decide fabricar tanques, escogió un gasto, y por lo tanto, no habrá beneficios ni presentes ni futuros para la población. Si por el contrario, decidió construir carreteras y canales de riego, escogió una inversión, que traerá beneficios cada año a la población de su país.
La lógica indica que los gobiernos deben de invertir en lugar de gastar. Incluso en las leyes mexicanas está establecido que, en cualquier aumento de la deuda pública, el dinero prestado debe de ir hacia inversiones productivas y no a gasto. La lógica es clara, el gasto aún el social, llega una vez. La inversión tiene un efecto presente y futuro en la economía.
Cuando se planea realizar una inversión, debe evaluarse el beneficio social presente y futuro de la misma. Por ejemplo, el dinero que se utilice para construir una nueva ruta ferroviaria también puede utilizarse para construir o remodelar hospitales. El dilema del gobierno siempre está en buscar la optimización de los recursos.
En el ejemplo que puse, podemos ver que para el tren maya se habrán invertido aproximadamente quinientos mil millones de pesos. Con esa cantidad podrían haberse construido clínicas de salud en todos los pueblos apartados del país, y además, remodelar los hospitales más antiguos y construir nuevos hospitales donde los actuales ya estuvieran saturados.
¿Qué criterio se usó para optar por construir el tren maya, en lugar la inversión en salud? A la vista de la ausencia de todo tipo de estudios previos, incluidos los obligatorios de impacto ambiental, podemos concluir que el único criterio fue la voluntad del presidente de la república.
Cada uno podrá considerar si valió la pena construir esa línea de ferrocarril. Sobre todo considerando que todos los análisis financieros demuestran que en 50 años no tendrá utilidades. Es decir, prácticamente fue un gasto y no una inversión.
Habrá quién argumente que la inversión en infraestructura de salud también es un gasto, sin considerar que las políticas adecuadas de atención temprana y prevención de enfermedades generan enormes ahorros en los presupuestos de salud de los países. Sobre todo, considerando el envejecimiento de la población mexicana.
Si consideramos el impacto social, creo que resulta clarísimo que los beneficios de una inversión en salud de esa magnitud, genera beneficios sociales muy por encima de los que pudiera -hipotéticamente- traer el tren maya. Más allá de la derrama económica generada por su construcción.
Por poner otro ejemplo, a la fecha se han devuelto 40 campos de los más de cien que subastó el gobierno de Peña Nieto, en aguas someras y profundas del golfo de México. Cuando se asignaron esos campos, México obtuvo beneficios económicos por el pago de los mismos. Hoy sabemos que PEMEX exploración y producción se ahorró miles de millones de dólares en prospección en esos campos, ya que fueron empresas privadas las que invirtieron para ver si había petróleo en esas zonas, y si era rentable sacarlo. PEMEX no invirtió ni un centavo y ya sabe que allí no hay negocio petrolero.
Además de ello, los pocos particulares que ya comenzaron a extraer petróleo, le generan un enorme beneficio a la nación, ya que la participación de México en cada barril extraído es igual o superior al 70%. Es decir, que de cada cien barriles que saquen los particulares, setenta son de México. Con la gran ventaja de que, si los extrajera PEMEX, el beneficio para la nación sería inferior a ese 70% debido a las ineficiencias propias de la petrolera mexicana.
Para explicar a detalle. Si PEMEX saca cien barriles, los costos propios de la empresa, implican que la utilidad para México sería inferior a 50 barriles. Pero si los saca una empresa extranjera, en los campos del golfo, el beneficio para México es superior a el precio equivalente de 70 barriles.
Por años, se le ha dicho a los mexicanos que las empresas privadas que no extraen arriba de 250,000 barriles diarios, están saqueando al país, cuando en realidad, quién saquea al país es Pemex, empresa a la que se le han asignado recursos por más de un billón y medio de pesos en lo que va del sexenio. Un millón y medio de millones de pesos tirado a la basura, ya que la deuda a corto plazo sigue siendo enorme y la calificación crediticia de PEMEX esta un punto por encima de bonos basura.
Imagina que se hubiera podido hacer en el país en educación, seguridad, salud, infraestructura de comunicaciones, etc., con ese millón y medio de millones de pesos. Pero lo tiramos en PEMEX. En lugar de tener una inversión de esa magnitud tuvimos un gasto.
Lo demás, es pura ideología que no sirve para nada ante los datos duros de la realidad cotidiana y de las necesidades de millones de mexicanos en nivel de pobreza y pobreza extrema.
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