Acapulco: un presidente empantanado
Informe Rojo
Por Mussio Cárdenas Arellano
Entre el lodo, Andrés Manuel se ve como es. Devorado por Otis, no supo qué hacer antes y después del impacto del huracán, ni alertando a tiempo ni atinando a coordinar la ayuda, empantanado, en la ignorancia, en la terquedad.
Entre el lodo, montado en el Jeep militar, López Obrador se ve descompuesto, la expresión perdida, los ojos que traslucen el azoro mientras la tropa palea intentando asentar las ruedas en algo firme, esperando ser remolcado y advirtiendo que minutos después, su estampa, su caricatura política, sería motivo de escarnio nacional.
Tuvo que sumir los pies entre el lodo, como medio país imaginó, por la necedad de ir por tierra a Acapulco, ignorando las voces que advertían de caminos cortados, cerros desgajados, miles de hectáreas devastadas por la fuerza de Otis. Hasta el más ignorante sabe que al Presidente se le lleva a cualquier zona de desastre vía aérea.
Protagonista del ridículo, López Obrador llegó a duras penas a Acapulco. Vio a Evelyn Salgado, la gobernadora que sólo sabe bailar, la porrista del presidente. Supo de la magnitud del meteoro, de los estragos, de la gente sin casa, de los que perdieron todo, la ropa, el techo, los bienes, la vida. Y se marchó.
Al día siguiente, destazado en los medios y las redes, destilaba rabia. Le pudo la carcajada nacional al verlo empantanado, trepado en el Jeep del Ejército, hecho trizas por la opinión nacional, por leer el “nada podía salir mal” de Joaquín López Dóriga mostrando el video en que avanza el vehículo militar y queda varado, y las risas, y las mofas, y la burla que se suscitan y se multiplican.
Su mañanera fue one more time, el escenario de rabia, desfogando ira, tildando de buitres, corruptos, neoliberales, conservadores, a los que divulgan la realidad, las escenas de la tragedia, el coraje de los damnificados, el reclamo de los pobres, el dolor de los que perdieron familiares, los que sobreviven al fenómeno devastador y a la inútil autoridad.
Las víctimas, según Pejetustra, no son los damnificados; es él. La víctima no es el que no halla a sus familiares, arrastrados por la corriente de agua, por el lodo del cerro desbaratado por el huracán. La víctima no es el que murió cortado por los cristales fragmentados por Otis en hoteles y edificios. La víctima no es el que se quedó con lo que trae puesto, y el que no había comido en horas, ni bebido agua porque ni eso quedó. La víctima, según el manual del populista perfecto, es Andrés Manuel.
A los medios que realizan la cobertura, los cronistas de la tragedia, el reportero que halla la historia, abre el micrófono, le da voz a la víctima, camina entre los escombros, graba vehículos apilados, unos contra otros, unos sobre otros, árboles sobre casas y calles, hoteles que fueron de cinco estrellas y hoy son un cascarón, a esos insensatos que sólo informan les llama buitres.
Andan “como buitres, buscando fallecidos”, suelta el presidente. Y reclama, con razón, la difusión de una fake news, la de los 16 muertos en un hospital del Seguro Social, que nunca ocurrió.
Y suelta una frase tan insólita como imprudente: “Nos fue bien. No nos fue tan mal”, cuando el primer balance registraba 13 muertos y seis no localizados. Pues sí les fue tan mal a los familiares de las víctimas porque cada vida es un tesoro y cada muerte implica dolor.
Los muertos son reales. Y la cifra crece, día a día. Y no porque haya buitres que busquen fallecidos. Hoy los muertos suman 46, y 58 desaparecidos, oficialmente, aunque la gente, el pueblo, habla de un centenar de víctimas mortales y otros cien marineros de los que nada se sabe, rechazando las cifras del gobierno, calificándolas de amañadas para ocultar la realidad.
“Para que vean el nivel de vileza —suelta el Peje—, tienen problemas los jefes (de los medios) con el Gobierno, porque no es un asunto personal, porque antes vivían colmados de privilegios, se sentían dueños de México y como las cosas han cambiado, como sucedió cuando la pandemia, en vez de ayudar se dedican a atacar, a calumniar, a difundir mentira, atemorizar a la gente. Ya basta de eso”.
Está dicho, la víctima es él.
Encendido, endiablado, Andrés Manuel cree que la víctima no puede ser nadie más. Y se duele. Y se indigna al ver correr la película del momento previo al impacto de Otis, las horas perdidas, los llamados no realizados, la indiferencia, la negligencia criminal. Los tres niveles de gobierno, los tres de Morena, y su negligencia criminal.
Alertado 21 horas antes sobre la fuerza del huracán por el Centro Nacional de Huracanes de Estados Unidos, nada dijo en la conferencia mañanera, su programa de variedad, el 23 de octubre. Transcurría el tiempo y siguió indiferente. Su alerta, vía Twitter, llegó a las 8:06 de la noche, cuando Otis ya era categoría 4, con ráfagas de 270 kilómetros por hora. Cinco horas más tarde, las madrugada del martes 24, arrasó Acapulco.
Un mensaje en Twitter, supone López Obrador, es un operativo de prevención. De ese nivel la negligencia del presidente.
Y así la alcaldesa de Acapulco, Avelina López, también morenista, la que definió la rapiña en centros comerciales luego del efecto del huracán, como “cohesión social”.
O el aviso de la gobernadora de Guerrero, Evelyn Salgado, a eso de las 11 de la noche.
Nadie perifoneó en las colonias de Acapulco, ni evacuaron a la población vulnerable, los que habitan casas de lámina y cartón, en condiciones de riesgo en las laderas de los cerros. No se les trasladó a refugios. No se aplicó ningún protocolo de seguridad. La prevención falló.
Otis arrasó Acapulco. Destruyó su infraestructura turística, hoteles y restaurantes, centros nocturnos y lugares de esparcimiento. Golpeó a sus más de 800 mil habitantes, prácticamente todos viviendo de la economía que genera el turismo.
Devastado, Acapulco reclamaba una acción rápida, certera, atinada, tras perder la energía eléctrica, las comunicaciones, cómo suministrar alimentos, cómo proveer agua, cómo cubrirse la piel tras perder casa, ropa y hasta lo más elemental. Un auténtico caos.
Acapulco urgía acciones para levantar a los muertos y atender a los heridos, para dotar de refugio a los que perdieron sus hogares.
Y entonces apareció Andrés Manuel. Y soltó una genialidad: la ayuda se canalizaría a través del Ejército, la Marina y la Guardia Nacional. Fuera de ellos, nadie más.
Relegada, la sociedad civil no atinó qué hacer. Y la desinformación en redes sociales seguía. El Ejército, decían las voces anónimas, confiscaba todo y lo convertía en ayuda del gobierno federal. Falso. Y había robo de la ayuda por parte de militares. Falso. Y maltrataban y golpeaban a quienes llevaban víveres y ropa. Falso.
López Obrador había incurrido en el error de la pandemia por Covid. Pretendió acaparar la ayuda, como antes lo hizo con la vacunación, y se encaminó al fracaso.
Avasallado por los medios de comunicación, a los que tilda de buitres, vio las escenas de ira y dolor. Vio a la mujer que amaga con aplicar voto de castigo en Acapulco, obviamente a Morena, por la ayuda que no llega, no porque estén molestos sin “porque estamos emputadísimos”.
Vio a la mujer que cuenta que bajo los escombros yacen los cuerpos de dos familiares “y ya huele mal” por el efecto de la descomposición. Y no hay como rescatarlos y darles sepultura. Y no se atreve a mover los restos y llevarlos en carretilla como lo hacen otros “porque es delito”.
Y conoció el relato de don Cándido Trinidad, arrastrado por la corriente, que al volver a lo que fue su hogar sólo encontró el cuerpo de su nuera, pero no halla aún a sus dos hijos, presuntamente sepultados por el lodo.
Tres días así. Y fueron tantos los relatos de dolor y muerte, de olvido y devastación, que Andrés Manuel tuvo que ceder. Entraron las organizaciones civiles, las iglesias, la Cruz Roja. Unas llevaron comida. Ayudaron al Ejército en la instalación de comedores. Otros proveyeron ropa. La CFE en labor titánica logró restablecer el servicio en el 65 por ciento de Acapulco y horas después el 85 por ciento. Volvió a haber internet, lo que permitió que fluyera la comunicación y las familias supieran si estaban bien y qué tantos bienes se había llevado el huracán.
Una semana después, hay alivio pero la devastación no termina. Hay decenas de colonias que no reciben ayuda. Y así en Acapulco, Coyuca de Benítez y otras comunidades afectadas. Muchos emigraron. Dejaron lo que quedó de sus casas y se trasladaron a otros municipios de Guerrero o a otras entidades.
Y López Obrador sigue con su pantano mental. La mañanera, su foro cotidiano, su programa de variedades, le sirve para atacar a los que muestran la realidad, los que documentan la tragedia, los que dan voz a los que están “emputadísimos” por el fiasco de gobierno, por la ineptitud presidencial.
Sumido en el lodo, queda la estampa de un presidente torpe, del inútil de palacio. Andrés Manuel no supo qué hacer antes de la tragedia, no alertó. Y después no coordinó la ayuda. Sólo mostró —y muestra— su mezquindad.
Otis, el huracán que destrozó Acapulco, lo empantanó.
Archivo muerto
Nahle, como al Peje López Obrador, gusta de violar la ley. Su rostro, el abrazo, el casco, el guinda, las siglas de Morena. Y el lema: “Rocío Nahle Va”. Y así miles de pegotes, de mantas, de microperforados, de bardas, de espectaculares en la campaña ilegal, campaña adelantada, campaña cínica con que la ex secretaria de Energía intenta asegurar la candidatura, también ilegal, al gobierno de Veracruz. No hay calle en Coatzacoalcos que se salve. Aturde la propaganda con el rostro de Norma Rocío Nahle García, y su sonrisa, . Provocan caos vehicular sus huestes, parando automóviles, ofreciéndoles colocar en los medallones de los automóviles el microperforado con la estampa de la ex secretaria de Energía. Miles de taxis, que son concesión pública, que no debieran portar propaganda alguna, ya exhiben la figura de la zacatecana que ha pretendido, en vano, inventarse como veracruzana, disfrazándose de jarocha, sintiéndose más rítmica que La Bamba y hasta acusando que se le discrimina políticamente porque no la dejan violar la ley. Y no hay INE que sancione. Puede estar a la vista de todos pero la Junta Distrital del Instituto Nacional Electoral no interviene. Y salvo la voz de Agustín Bolaños, de la asociación Allende 213, no hay “oposición” que alce la voz. El Frente Amplio sigue en el letargo sin imponer recursos legales por la campaña adelantada e ilegal de Rocío Nahle. Lo tienen todo y no hacen nada. Y Rocío Nahle sigue en lonas mostrando los dientes… Mal y de malas, Moisés Zarco en su intento de ser el candidato del Frente Amplio a la alcaldía de Coatzacoalcos. Acude a una reunión en el Partido Acción Nacional y exhibe soberbia. Describe al panismo como un masa a la que la sociedad rechaza. Y lo que requieren es un candidato con su perfil. Puede tener razón pero tácitamente los fue a insultar. Y el panismo, que poco quiere, ya lo sentenció. Si Moisés Zarco Lacunza fuera el candidato, preferiría no aliarse con el PRI y PRD. Zarco es un fantasmón. Usa las redes sociales, no para ayudar al necesitado, ni para ventilar corruptelas, ni para enfrentar el abuso de la autoridad, sino para constituirse en el candidato emergente, otro Xóchitl, que requiera la oposición. Zarco es el ajonjolí de todos los moles, la tortilla de todos los tacos y la catsup de todo hotdog. Pero en el fondo es obradorista. No hay conflicto que no aborde en que Zarco no repita que una cosa es Andrés Manuel Lopez Obrador y otra es Amado Cruz Malpica y antes Víctor Manuel Carranza. O sea, el presidente morenista es el bueno y los alcaldes morenistas son los malos. Hay una inclinación al obradorismo que no oculta. Y es una incongruencia. Mientras Xóchitl Gálvez, coordinadora del Frente Amplio por México, enfrenta a López Obrador, Moisés Zarco Lacunza, el aspirante a Xóchitl de Coatzacoalcos, exime a Andrés Manuel de las corruptelas y atropellos a la ley de los alcaldes morenistas. Zarco supone que los likes son votos. Cree que los amigos en Facebook son amigos reales. Recuérdese su ínfima votación en 2021 cuando fue candidato a la alcaldía de Coatzacoalcos por el partido Unidad Ciudadana. Ni 2 mil votos logró. El Xóchitl obradorista de Coatzacoalcos tendrá que ir buscando otros ilusos a los que pueda engañar…Revivir al PRD es revivir a un muerto. Es darle respiración artificial. Es sacarlo de terapia intensiva, activarlo, crearle estructuras electorales, construir figuras y meterlas en el ánimo de la población. Invencible entre los años 80 y 90, el Partido de la Revolución Democrática cayó en el olvido, en Coatzacoalcos, en lo que fue su bastión. De aquella cantera de votos, del cuauhtemismo y luego obradorismo amarillo no quedó nada. Aspiró, no a ganar elecciones sino a sobrevivir. Pujó, no por la presidencia municipal sino por pepenar regidurías. Y en el intento quedó. Roberto García Alonso, uno de sus motores, tiene frente a sí revivir a ese muerto, el PRD. Va reintegrando al perredismo que enfrentó al marcelismo en Coatzacoalcos y que asestó severos golpes políticos, diputaciones federales ganadas en las calles, recogiendo demandas populares, reclamos sociales, agitando colonias, acudiendo a la protesta, los que constituyeron la reserva electoral de la izquierda en Veracruz. Sábese que por lo menos la tercera parte de la estructura electoral del Frente Amplio en Coatzacoalcos, ya la armó el PRD…
Foto: La Silla Rota